Código desconocido


Título original: Code Inconnú / Año: 2000 / País: Francia/ Duración: 107 min/ Director: Michael Haneke/ Guión: Michael Haneke / Fotografía: Jürgen Jürges/ Música: Giba Gonçalves/ Reparto: Juliette Binoche, Thierry Neuvic, Josef Bierbichler, Ona Lu Yenke, Luminita Gheorghiu, Arsinée Kanjian, Alexandre Hamidi, Helena Diarra…/ Sinopsis:En París, en un boulevard muy concurrido, alguien tira un papel arrugado a las manos de una mendiga. Este será el único nexo de unión de  la trayectoria de las vidas de cada uno de los personajes protagonistas; Anne, una aspirante a actriz; Amadou, un educador musical en un instituto para sordomudos, con raíces africanas; y María, una rumana que envía a su país todo el dinero que consigue mendigando en las calles parisinas.

Cuando hablamos de valores humanos nos referimos a la libertad, la honestidad, la responsabilidad, igualdad, disciplina, puntualidad, lealtad, humildad, respeto, tolerancia y diálogo; la solidaridad, justicia… Todos ellos forman la columna vertebral para conformar una sociedad pacífica y civilizada.

Pero hablar de los valores es una cosa, y ponerlos en práctica es otra historia. Hoy en día, que se cumplan los valores citados quizás es una utopía, la sociedad se ha vuelto cada vez más egoísta y el respeto a los demás, a lo diferente y a sus derechos queda relegado a un segundo plano. La sociedad en la que no existen sistemas de valores es la sociedad de Michael Haneke.

Haneke no se corta a la hora de mostrar una sociedad repugnante que ya no cree en nada. Así se muestra en “Código desconocido”, la vida de tres personas que viven situaciones totalmente distintas.

En este film se pueden apreciar la diferencia de clases sociales, la diferencia de la raza y de la lengua, y todos los conflictos y problemas que acarrea ser diferente. La percepción que tiene Haneke de la sociedad es que esta se ve arrastrada hacia el delito, vivimos una catástrofe social que no atiende a ninguna norma, las ciudades parecen junglas y la vida es una constante lucha por la supervivencia.

En esta obra cinematográfica, el genial cineasta, mediante un encuentro fortuito entre una aspirante a actriz, un inmigrante senegalés y una mendiga rumana, hace que la vida de tres personas bien distintas se entrecrucen. A medida que avanza el film se nos van desvelando las condiciones de vida, el entorno familiar, y los problemas a los que se enfrentan en el día a día, desatando la pesadilla en la que se convirtió, a los ojos de Michael Haneke, la realidad europea del momento.

Haneke juega con el espectador, vuelve a jugar aquí con lo que es real y con lo que no lo es, cuando la actriz está interpretando sus papeles se nos presenta como una realidad más del film, hasta que descubrimos que estamos viendo el propio cine dentro del cine.

Este es uno de los códigos desconocidos del film. Pero no el único, ya que Haneke deja sueltos demasiados cabos, tan sólo nos muestra una mínima parte de lo que es la vida de estas personas. Haneke no cierra puertas y oferta múltiples posibilidades de los rumbos de las vidas de los personajes, le da al espectador rienda suelta para imaginar  tres finales, uno para cada personaje.

Otro de los códigos desconocidos que encontramos es el lenguaje de los sordomudos que, salvo para conocedores, los demás no entendemos. También el por qué de las cosas, Haneke no lo explica, prefiere que el espectador encuentre esa explicación lógica a preguntas sin respuesta, que quizás no exista al fin y al cabo.

Explotándolo al límite, el plano secuencia es su herramienta más útil para narrar este cruce de vidas que traslada al espectador experimentando al máximo un lenguaje fílmico basado en esta técnica.

De esta forma, “Código desconocido” es una obra en la que el protagonismo se reparte entre numerosos personajes, y en donde el azar, los encuentros, casualidades y desencuentros, se convierten en el motor da narración. Sin embargo, cada historia adquiere sentido por sí sola, no precisa del resto para vivir y es en este punto en donde Haneke reivindica, una vez más, la condición de apunte de su obra, compuesta por pinceladas de vidas muy dispares tan precisas que logran transmitir al espectador una brutal carga de denuncia y desesperación que llevan dentro los distintos protagonistas.

Hay distintas secuencias en las que el cineasta consigue que reflexionemos sobre en qué nos estamos convirtiendo. Por ejemplo, una secuencia terrible es la del metro, en la que dos jóvenes se meten con Anne, a base de insultos y obscenidades, Haneke consigue que nos sintamos incómodos, tan incómodos como Anne, con la impotencia de verse sola ante dos energúmenos, con el miedo de que le hagan algo.

Al mismo tiempo, en la secuencia de la detención del chico senegalés, hace que el espectador se reconcoma por dentro, ya que se está produciendo una injusticia, pero el racismo no entiende de aclaraciones, de disculpas o excusas, donde nosotros vemos un intento de educación, la policía ve que un chico de raza negra agrede a un blanco. También sentimos la desesperación de la mendiga rumana al tener que soportar una situación tan difícil  y de tener que llegar a los extremos de estar en la calle pidiendo limosna para enviar dinero para su familia.

Código desconocido” es una reflexión sobre situaciones cargadas de un realismo incómodo, las distintas razas,  las distintas lenguas, posiciones económicas y sociales son los elementos que separan a unos personajes de otros, todas las historias distintas y con sus propios códigos desconocidos.

Como la vida misma


Título original: Life as we know it / Año: 2010 / País: Estados Unidos / Duración: 112 min / Director: Greg Berlanti / Guión: Ian Deitchman, Kristin Rusk Robinson / Fotografía: Andrew Dunn / Música: Blake Neely / Reparto: Katherine Heigl, Josh Duhamel, Josh Lucas, Hayes MacArthur, Christina Hendricks, Sarah Burns, Jessica St. Clair… / Sinopsis: Después de una desastrosa cita en 2007, Holly (empresaria de éxito) y Messer (realizador de TV) se encuentran con que, además de su odio compartido, deben hacerse cargo de Sophie, su pequeña ahijada, cuyos padres acaban de morir en accidente. Adaptarse a la vida familiar no es fácil, y mucho menos cuando detestas a tu pareja. Aun así, Sophie merece el la pena…

La cosa suele ir más o menos así: encuentros fortuitos, parejas que esperan décadas para reunirse, hombres que se hacen pasar por gais para ligar, mujeres que se enamoran de gais, mujeres con hijos que pillan un marido rico, gais que dejan embarazada a su amiga de toda la vida, padrinos que comparten odio y una ahijada acaban formando una familia, hombres con hijos que consiguen una mujer sensible, delgada e inteligente, compañeros de trabajo que finjen una relación que luego se convierte en realidad, hijos que reúnen a sus padres divorciados, amigos que se redescubren como amantes, amantes que se redescubren como personas, chicos que se enamoran de las novias de sus hermanos, madres que se enamoran de los novios de sus hijas, estancias en islas desiertas que desembocan en intimidad, enamorados en secreto que asisten a la boda del hombre/mujer de sus sueños, embarazos inesperados que cohesionan una pareja impensable, hombres y mujeres que se sinceran de forma simultánea dejando claro que su sentimiento es mutuo. Finales emocionantes, reencuentros inesperados, regresos bajo la lluvia, rescates de última hora, esperas en portales, encuentros a la salida del trabajo, momentos imaginados una y mil veces que se convierten en realidad, honestidad y sinceridad recompensados con creces. Gente adinerada, delgada y guapa, fotografía luminosa, supermercados y comercios que rebosan abundancia y bienestar, estilos de vida acomodados, generaciones claramente marcadas, roles sexuales implícitamente establecidos, entornos familiares cohesionados, confidencias y detallitos, comentarios sobre confidencias y detallitos, emotivas declaraciones delante de la familia y/o las amigas, momentos perfectos… Creo que no me dejo nada.

Como la vida misma (2011) es el segundo largometraje en diez años de Greg Berlanti –no confundir con el filme del mismo título de Peter Hedges con Dianne Wiest y Juliette Binoche– y contiene algo de ese batiburrillo del párrafo anterior, además de unos pocos diálogos ocurrentes (especialmente al principio) y un par de gags que prometen, aunque sin estar del todo pulidos como para considerar el resultado tan cómico como romántico. El resto no es que sea previsible, es que es inverosímil, igual que los personajes.

Y ahora un poco de contexto de visionado: acompañé a mi hija, mi sobrina y mi hermana (lo sé: debí haberme anticipado a todos los signos que lo advertían), y nos metimos en una sala a rebosar en la que –lo aseguro– sólo éramos tres hombres. Aun así, hice mías las recomendaciones de Darwin y me adapté al entorno para sobrevivir: comienza la sesión y lo paso bien, me rio con ganas en algunos momentos… Pero llega la escena en que los protagonistas jóvenes y guapos –que se han llevado como el perro y el gato hasta ese momento– se enrollan y el público estalla en una alegre y espontánea ovación… que se repite al final de la película. Comprendo que el abismo que se abre entre las expectativas de ese público adolescente y la realidad se ensancha a cada título como este. El problema no es la existencia del género en sí, ni siquiera la sobreabundancia de títulos de calidad más que mediocre. El problema es que el mito del romance heterosexual rico y guapo es suficiente para convocar a un público entregado de antemano que cree que se trata de algo más que ficción, de algo a su alcance. El problema es que la comedia romántica, dada su ubicuidad actual, amenaza con subrogarse un papel socializador en el tema de las relaciones, dejando en segundo plano el entretenimiento. El enredo amoroso ya no es tal, ahora es una fábula sobre la necesidad de mantener la coherencia ante las adversidades, aferrarse a los valores tradicionales y, sobre todo, sobre todo, sobre todo, no traicionar nunca a las amigas. Mantenerse en estos principios prácticamente asegura que el muchacho de tus sueños vendrá a por ti: el que te gustaba en el instituto, el tío bueno de la oficina (da igual lo borde que sea) o cualquier hombre capaz de reunir en un mismo cuerpo la perfecta combinación de inteligencia, belleza, humor y sensibilidad. El imaginario femenino no tiene nada que envidiar al masculino en cuanto a irrealidad.

Es curioso cómo un género tan limitado argumental y estilísticamente exhibe semejante variedad de historias tendente al infinito. El mérito, desde luego, es de los guionistas. De las espectadoras, ¿qué se puede decir? ¿Admirar su inagotable capacidad para creer en los finales felices? ¿Confiar en que, llegado el momento, sabrán distinguir entre realidad y ficción? Manuel Rivas escribió que la ficción sirve para crear más realidad, quizá la nueva Generación XXY (la etiqueta me la acabo de inventar) prefiera reinvertirla en mitos que alimenten la travesía de la soledad.

NOTA:

Carrie


Título original: Carrie / Año: 1976 / País: Estados Unidos / Duración: 93 min / Director: Brian de Palma / Guión: Lawrence D.Cohen, sobre la novela de Stephen KIng / Fotografía: Mario Tosi / Música: Pino Donaggio / Reparto: Sissy Spacek, Piper Laurie, John Travolta, William Katt, Amy Irving, Nancy Allen / Sinopsis: Carrie White, una tímida adolescente que vive con su madre, una fanática religiosa, es el objeto de burla constante de sus compañeros de instituto. Cuando la chica sufre un ataque de histeria en las duchas del gimnasio, al tener su primera menstruación, una de las chicas decide gastarle una broma durante el baile de graduación. Pero todos ignoran que Carrie tiene poderes telequinéticos


Atención. Este análisis contiene spoilers

Si hay un director al que se le suele calificar como admirador de Alfred Hitchcock ése es Brian de Palma. Precisamente el título que nos ocupa, Carrie, es una muestra más que evidente de lo que es un homenaje al maestro del suspense. De Palma vio en la exitosa ópera prima del escritor Stephen King, con los años autor de referencia en la literatura de terror, un material idóneo para llenar las salas de cine. La historia de una adolescente de la que todos se burlan y que descubre un poder sobrenatural en ella misma, la telequinesis, o ser capaz de mover los objetos a través de la mente, era un material bastante atractivo para cualquier persona con algo de intuición. De Palma, como otros directores, suele rodearse de gente de confianza, como el director de producción Jack Fisk, con el que ya había trabajado en El fantasma del paraíso (1974) y se fijó precisamente en la esposa de éste, la actriz Sissy Spacek, para encarnar a la protagonista. El resto del reparto estaba lleno de caras poco conocidas, a excepción de Piper Laurie, que había sido la pareja de Paul Newman en El Buscavidas (Robert Rossen, 1961), y a quien se le dio el papel de la religiosa madre de la protagonista. Curiosamente, uno de los miembros del reparto estaba a punto de despegar como estrella del celuloide, John Travolta, ya que esta película fue la inmediatamente anterior a Fiebre del sábado noche y Grease con las que Travolta triunfó en todo el mundo. El reparto también incluye a William Katt, protagonista de la serie El gran héroe americano.

La película tiene la característica de mezclar elementos de varios géneros, ya que, salvo la última media hora, la historia tiene todas las constantes de las películas “de instituto” americanas. Precisamente, en el nombre del instituto está el primer tributo a Alfred Hichcock, ya que De Palma sustituye el nombre en la novela, Ewen, por Bates, en homenaje a Norman Bates y su motel, protagonistas de Psicosis (1960). Sin entrar en una lista de las diferencias entre el libro y la película, hay que decir que las modificaciones mejoran el argumento y De Palma se las apaña para ir añadiendo pequeñas pinceladas de suspense y elementos sobrenaturales como preparación para el gran tramo final.

La película comienza con una escena clave en un vestuario femenino donde Carrie, la protagonista, descubre, horrorizada, que sangra. Lo que le ocurre no es otra cosa que su primera menstruación. Pero ella desconoce esto por la educación que ha recibido de su madre. Esta primera escena introduce un elemento, la sangre, que será una constante en la película y un símbolo además. En primer lugar, el apellido de Carrie es White, blanco en inglés, el color de la pureza y que es manchado por el rojo de la sangre. Esto conecta con la idea del pecado original, un concepto que provoca que, cuando la madre de Carrie se entera de la primera menstruación de su hija la castiga porque lo considera un pecado. Una curiosidad, después de cumplir el castigo, Carrie sale mientras su madre está cosiendo y la marca de la máquina de coser es de nuevo “White”, por lo que se reincide en el color, que coincide, como ya se ha dicho, con el apellido de la protagonista.

Siguiendo con el argumento, durante la escena inicial, la burla de sus compañeras en los vestuarios, Carrie da el primer indicio de su poder haciendo que una luz se funda,  luego hace caer un cenicero y provoca que un niño en una bicicleta que se burla de ella se caiga al suelo. Por cierto, este niño es Cameron De Palma, sobrino del director de la película. Es en estas primeras muestras del poder de Carrie, cuando se escucha un sonido que parece familiar y que no es otro que los violines de la escena de la ducha de Psicosis. Esta música sonará con más claridad en la escena que supone el punto donde la película empieza a cambiar: Carrie cierra, gracias a su poder todas las ventanas de su casa, delante de su madre, que justo ante le ha prohibido ir al baile del instituto y Carrie dice: “Voy a ir mamá, y las cosas empezarán a cambiar aquí”. Con esto Carrie siente que pasa de controlada a controladora de su situación y domina a su madre. Volviendo con las referencias a Psicosis, la escena de la ducha, donde suenan los violines, también es la escena clave de esa película y, curiosamente las dos escenas mencionadas ocurren prácticamente a la misma altura del metraje: la de Carrie en el minuto 45 y la de Psicosis en el minuto 47, algo que no creo que sea improvisado.

La simbología en Carrie tiene otro momento destacado en una escena en la que la madre de Carrie, mientras su hija ha ido al baile en contra de su voluntad, corta con un cuchillo violentamente una zanahoria, una de las verduras con la que se suele comparar al miembro viril, algo de lo que quiere alejar a Carrie porque la madre considera a los hombres un peligro. En el orden de los acontecimientos, llega el momento “fuerte” de la historia y de nuevo una referencia a Hitchcock, esta vez en la manera de rodar. A Carrie le tiran un cubo con sangre de cerdo, de nuevo la sangre presente en la trama, pero justo antes Sue Snell (Amy Irving), que convence a su novio (William Katt) para que acompañe a Carrie al baile, logra ver dónde están escondida la pareja (Nancy Allen y John Travolta) que va a tirar el cubo. Es entonces cuando hay una rápida alternancia de planos cortos para simultanear acciones: a la chica la echan del baile y los otros tiran el cubo. Tras la consecución de la broma llega la venganza de Carrie, matando, gracias a su poder, a todos los presentes en el baile. Aquí De Palma usa de nuevo el color rojo al hacer que Carrie funda un foco y la estancia se vuelva de ese color, como si fuera el infierno y, cosas del guión, hace que un chico se agarre a la manguera que Carrie controla con la mente para, de nuevo, apuntar a los focos y que el color rojo desaparezca, con la intención de no incomodar visualmente al espectador.

Para rematar el tema de la simbología, hay que resaltar la muerte de la madre de Carrie, muy diferente al de la novela, y que incluye de nuevo motivos religiosos. Con su poder, Carrie clava siete cuchillos a su madre, como los siete puñales o dolores de la virgen, y dos de ellos hacen que la madre se quede como un cristo crucificado que que similar a uno que Carrie guarda en una habitación. De Palma finaliza la trama con un susto que no se debe desvelar, en un ejercicio de suspense y terror que supuso una alegría para los amantes del género. Esta película tuvo una especie de secuela Carrie 2: La Ira en 1999, con el personaje de Amy Irving como nexo de unión. El texto de Stephen King fue de nuevo adaptado, esta vez para la televisión en 2002, en una versión más fiel a la novela pero que no consiguió superar a esta joya de los 70.

NOTA

Callejón Sin Salida


Título original: Cul de Sac / Año: 1966 / País: Inglaterra/ Duración: 113 min / Director: Roman Polanski/ Guión: Roman Polanski y Gerard Brach/ Fotografía: Gilbert Taylor/ Música: Krystoff Komeda / Reparto: Donald Pleasence, Françoise Dorlèac, Lionel Stander, Iain Quarrier, Jack MacGowran… / Sinopsis: En un aislado castillo de Irlanda, viven George y su joven y hermosa mujer Teresa. Un día, aparecen dos gángsters que se encuentran escapando de la policía, los que eventualmente comenzaran a molestar seriamente a la pareja.

Tras estrenar exitosamente la cinta “Repulsion” (1965), el director Roman Polanski decidió rescatar un guión que había escrito tres años antes con Gerard Brach, quien también había estado involucrado en el reciente proyecto del polaco. La productora Compton Films, que antes de “Repulsion” solo hacía porno, decidió producir este nuevo trabajo del director que en un principio llevaba por título “When Katelbach Comes”. El film se rodaría en Northumberland, Inglaterra, específicamente en las inmediaciones de una enorme playa donde se ubicaba un gran castillo solitario. Aunque el papel protagónico iba a ser interpretado por el mismo Polanski, tras la rotunda oposición del productor Michael Klinger (con quien el director tendría una serie de problemas que lo llevarían a pensar en abandonar el proyecto), el rol cayó en las manos de Donald Pleasence, que el primer día de filmación apareció con la cabeza totalmente rapada. Por otro lado, Françoise Dorléac, hermana de Catherine Deneuve, se quedaría con el rol de Teresa.

La cinta se centra en la curiosa relación de George y Teresa, una pareja de recién casados que viven en un enorme castillo ubicado en una playa desértica. En aquel solitario refugio, George busca desligarse de todos los lazos que lo unen a su pasado junto a su ex esposa Agnes, al mismo tiempo que intenta convencerse de que su matrimonio con Teresa va viento en popa. Lamentablemente para él, su flamante nueva esposa ha comenzado a cansarse de su comportamiento afeminado y de su falta de poder sexual, por lo que es evidente que su relación se encuentra en un punto bastante álgido. De hecho, Polanski rápidamente se encarga de retratar al matrimonio como una complete farsa, presentando a Teresa como una esposa infiel, que envía a su marido a volar una cometa mientras ella lo engaña con Christopher (Iain Quarrier), el hijo de sus vecinos. Y es que Teresa está lejos de ser una tímida ama de casa, sino que más bien es una mujer que utiliza su feminidad para controlar a los hombres, especialmente a su esposo, tanto mental como sexualmente.

La verdad es que George es un hombre débil de carácter y fácilmente intimidable, que además es completamente dependiente de su esposa. Esto es aprovechado por Teresa, quien no duda en divertirse a costa de la poca dignidad que exhibe su marido. Arrebatándole la poca masculinidad que le queda a George, ella asume un completo control de su persona. A raíz de esta misma situación, es que a Dickie (Lionel Stander), uno de los dos gángsters que invaden el aislado santuario de la pareja, no le tomará mucho trabajo asumir el control de sus anfitriones involuntarios. Y es que a diferencia de George, Dickie exuda masculinidad, la cual expresa maltratando de manera física y verbal a sus improvisados rehenes, sin que estos siquiera lo provoquen. En cierta medida, a través de la violencia el delincuente no hace otra cosa más que expresar el desagrado que le provoca el decadente estilo de vida de George, y al mismo tiempo se desahoga de la impotencia experimentada luego de hablar con su jefe el Señor Katelbach, quien supuestamente acudirá al solitario castillo para rescatar tanto a Dickie como a su moribundo compañero Albie (Jack MacGowran).

Como es de esperarse, la llegada de la pareja de criminales no hará más que deteriorar aún más la compleja relación existente entre George y Teresa. El carácter dominante de Dickie provocará que la mujer constantemente le esté recriminando a su marido su evidente pasividad ante la situación. Entre los personajes protagónicos se establece un extraño triángulo, que deja al descubierto los deseos más oscuros de cada uno de ellos, y que al mismo tiempo establece una torcida lucha de poderes principalmente entre Teresa y Dickie, dejando a George atrapado en el fuego cruzado de dos personalidades completamente dominantes y manipuladoras. Más allá del conflicto central, en un momento del film son presentados otros personajes que provocan una serie de divertidas situaciones. Específicamente esto sucede cuando una inesperada comitiva llega de visita al castillo, obligando a Dickie a hacerse pasar por el jardinero/mayordomo del lugar. Entre los peculiares visitantes se encuentra el insoportable matrimonio conformado por Philip (Robert Doming) y Marion (Marie Kean), cuyo hiperkinético hijo termina por sacar de sus casillas tanto a Teresa como a Dickie. Como si esto fuera poco, además llega un galán que intentará conquistar a Teresa mientras Christopher, el amante de esta, ronda por la casa. Como es de esperarse, todo esto contribuirá a que eventualmente el reprimido George termine explotando por completo provocando un apoteósico y funesto final.

Las actuaciones de la totalidad del elenco son realmente geniales. Pleasence realiza un estupendo trabajo interpretando a este hombre débil y algo patético, que no tiene más remedio que ver como el mundo de fantasía que ha intentando construir se cae a pedazos. Stander por su parte, también realiza un buen trabajo personificando a un tipo duro que solo demuestra compasión por su compañero moribundo. Por último, si bien en algunos momentos Dorléac tiende a sobreactuar, de todas formas interpreta de buena manera a esta mujer egoísta y petulante que utiliza a los hombres para su propio beneficio. Es importante mencionar que el trío de actores tuvo que soportar la conocida meticulosidad de Polanski, llegando con esto a poner en riesgo su bienestar físico. Por ejemplo, Dorléac tuvo que repetir en tres ocasiones una toma en la que ella debía meterse a nadar en la playa durante por lo menos cinco minutos. Lamentablemente para la actriz, aquel día hacía un frío del demonio, lo que sumado a la baja temperatura del agua, provocó que luego de la tercera toma ella cayera al suelo y comenzara a menstruar, lo que llevó al equipo de filmación a pensar que había sufrido un pequeño infarto. Stander también sufrió a causa de la meticulosidad del polaco, llegando a filmar en más de 20 ocasiones una escena a pedido del director.

Por otro lado, la cinta cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de Gilbert Taylor, y la memorable banda sonora de Krystoff Komeda. Aunque la película fue bien recibida en Europa, en los Estados Unidos fue duramente criticada por lo extraño que eran sus protagonistas, y por la crueldad con la que estos eran retratados por Polanski. Y es que básicamente, como explica Ivan Butler en su libro The Cinema of Roman Polanski, “el director a menudo nos invita a reírnos, provocando que nos incomodemos y nos preguntemos si aquello que estamos viendo no es más que un reflejo de nosotros mismos”. Aunque sin duda es una cinta interesante, difícilmente se puede afirmar que “Cul-de-Sac” es una de las mejores películas del polaco. Por momentos es bastante teatral, lo que sumado al “sadismo” de Polanski, pueden terminar convirtiendo a este film en un verdadero “gusto adquirido”. Sin embargo, de todas formas se trata de una producción recomendable, que refleja en gran medida los temas que llamaron la atención del director durante sus inicios en el cine.

Nota:

Candilejas


Título original: Limelight / Año: 1952 / País: Estados Unidos / Duración: 134 min / Director: Charles Chaplin / Guión: Charles Chaplin / Fotografía: Karl Struss / Música: Charles Chaplin / Reparto: Charles Chaplin, Claire Bloom, Buster Keaton, Nigel Bruce, Sydney Chaplin Jr., Norman Lloyd, Melissa Hayden… / Sinopsis: Un payaso de edad madura salva del suicidio a una joven bailarina a la que cuida, enseñándole todo lo que él sabe sobre el mundo del teatro ahora que se encuentra en decadencia y alcohólico mientras todos le califican de acabado.

Anoche revisé este prodigio cinematográfico generado de la necesidad de un todopoderoso del séptimo arte de crear su alegato final. Me sirvió para confirmar que no ha perdido ni pizca de su energía, que es una obra inmortal como pocas y una de las mejores y mayores películas de la historia, un manifiesto inolvidable que nadie debería perderse. Podría publicarse una recopilación de frases para recordar solo con su libreto. El personaje de Chaplin, una vieja gloria del teatro cómico llamado Calvero, tiene unos diálogos extraordinariamente ingeniosos dignos del mejor Groucho Marx. De este modo, Chaplin demuestra que su elocuencia no comprende límites entre gestos o palabras. Son más de dos horas pero parece que fuesen treinta minutos, se pasan volando en una de las obras clásicas que mejor he visto combinar profundidad con entretenimiento. Calvero es Charlot al desnudo. Es la personificación del sentimiento de desencanto de Chaplin provocado por un país, sumido en una de las etapas más oscuras para su democracia como fue el mccarthismo, que lo estaba repudiando hasta el punto de que lo echaron a patadas de vuelta al otro lado del charco. Es el último discurso del más grande orador que ha dado el cine, con la humildad y honestidad de quien solo tiene el afán de ofrecer la verdad de un sentimiento, lo que sucedía en todas sus películas y lo que le hizo triunfar universalmente. Aquí nos habla de la importancia del amor para que todas las empresas de la vida lleguen a buen puerto. Tanto el amor propio como el ajeno, ya que a menudo necesitamos ver reflejado nuestro valor en el amor que merecemos a alguien y sobre todo cuando estamos hundidos.

Partiendo de esa base, Chaplin nos regala un canto a la vida, a la coherencia para con uno mismo para seguir adelante con lo que queremos pase lo que pase, vengan los golpes que vengan. Siempre se destaca lo lacrimógena que resulta “Candilejas” y yo no estoy de acuerdo. Creo que es una película que rebosa vitalidad como pocas haya visto yo. Nos enternecerá, conmoverá y emocionará, pero por encima de todo eso nos apasionará, nos inflamará de vigor y fuerza, de energía para vivir y luchar, para imponernos. Y no porque al final vayamos a conseguir nuestro objetivo, si no porque el mismo camino es el objetivo. Vivir así es la única forma de vivir. Lo demás es simplemente existir o dejarse morir. Chaplin era un hombre vestido de cómico vagabundo que se infiltró en los corazones de la humanidad, que supo utilizar la risa como un arma clarividente para ganar batallas que otros no sabían ganar con violencia, que no se dejó tumbar ni cuando era un pequeño descalzo tratando de sobrevivir en el sórdido Londres de fin de siglo ni cuando lo expulsaron del país al que había ayudado a humanizar. Y trata de contagiarnos de ello con su “Candilejas” y con su crepuscular Calvero, autobiográfico y abatido pero con alma de ganador aunque se sienta acabado. No hay que vivir la vida pese a las diferencias, hay que vivir la vida con las diferencias. Hay que saber aceptarlas cuando lleguen y saber luchar si persisten. Por que ese es el único sentido de la vida, luchar para sentirnos vivos. Y para ello hay que amar la vida y amarnos a nosotros mismos.

Chaplin interpreta a su personaje del único modo que sabe, mediante la comedia física demodé. Brinda una magnífica actuación cuando se sosiega en los momentos de tristeza y cuando se acentúa cada vez que sale la personalidad clown de Calvero, siendo las escenas meridianas las que resaltan negativamente su uso de la comedia física. Sonará estúpido pero me pregunto si Pacino se fijaría en esta interpretación de Chaplin, porque a la hora transmitir el cansancio y el peso de los años parecen idénticos, sobre todo en las escenas en que Chaplin está bebido y usa una aletargada gestualidad de confusión espacial. Claire Bloom le da una réplica a su talla con un personaje no menos interesante del que saca la mejor interpretación de su carrera siendo éste casi su debut. La banda sonora es otra de las maravillas de “Candilejas”. Ganó el Oscar de 1972 (pasaron dos décadas desde su filmación hasta que se estrenó en Los Angeles) imponiéndose a partituras geniales como la de Nino Rota para “El padrino” o dos nominaciones del maestro John Williams. Significó el único Oscar de este genio londinense (si, aparte de gran director, actor, guionista, etc… escribía partituras de ensueño) cuando América se dio cuenta de que no habían sabido cuidar a uno de sus grandes impulsores como potencia cinematográfica que se marchó cerrando el telón con una actuación conjunta de los dos mastodontes de la comedia muda, Charlie Chaplin y Buster Keaton. Chaplin, como el tiempo, es un gran autor, siempre encuentra el final perfecto.

NOTA: