El sueño del caracol


Título original: «Schneckentraum» (El sueño del caracol) / Año:2001 / País: España – Alemania / Duración: 15:06 minutos / Guion, dirección y edicion: Ivan Sainz Pardo / Reparto: Julia Brendler, Fabian Busch, Ulf Sofmishch/ Produccion: Quirin Berg, Max Wiedemann/ Montaje: Ingrid Broszat / Direccion de fotografia: Sorin Dragoi / Música: Philipp S Kolmel // // Sinopsis: Una chica y su eterna lucha por expresar sus sentimientos, por buscar ese momento perfecto que no llega nunca…



(spoiler, ver primero el cortometraje) Una historia de amor no expresada, entre una joven tímida (que parece metida en el caparazón de un caracol) y un chico que trabaja en una librería. La trama trata esa situacion que todos vivimos alguna vez, donde la otra parte nos interesa tanto que tememos dar el paso y que nos malinterpreten o, peor aun, que nos rechacen…. este cortometraje nos muestra a una bella chica que se enamora de una persona que ve en un bar. Poco a poco, esta se ve involucrada en un juego de sentimientos, los cuales no es capaz de expresarlos con palabras, y que al fin solo son emitidos con la mirada y diferentes gestos, totalmente insuficientes si no van acompañados de una declaración de intenciones en toda regla. Al final, este corto nos enseña, con un practico ejemplo, que hay cosas que no se pueden volver atrás: la palabra emitida, la fecha lanzada, la oportunidad perdida… ‘El sueño del Caracol’, es de esos trabajos que te dejan tan sorprendido, que lo único que puedes hacer es levantarte y aplaudir. El amor no entiende de palabras, y encierra siempre la timidez si incluye la pasión… Excelente musicalmente, es un cortometraje para disfrutar, para los pocos que aún no lo hayan visto. Ya es todo un clásico del cine y la red, no podía faltar por aquí…

Primer trabajo en formato cine del autor y director Iván Sainz-Pardo. Preseleccionado a los Oscars 2001. Nominado al Deutsche Kurzfilmpreis (Equivalente a los Oscars alemanes) 2001. Galardonado con mas de 80 premios Internacionales en festivales y certámenes de cine de cortometrajes.

NOTA:

Ensayo


Título original: «Ensayo» / Año: 2008 / País origen: España / Duración: 6′ 14» minutos / Guion, dirección y edición: Mario Iglesias / Reparto: Guacimara de Elizaga, Luisfer Rodriguez // // Rodado en el Teatro chico, Palma de Mallorca, España. // // Sinopsis: Clara, una joven productora teatral, se presenta al ensayo de una obra. Hay un solo actor y no hay director…



(spoiler, ver primero el cortometraje) Diversos problemas, de muy compleja solución, se entretejen en este cortometraje. La relación de pareja de la protagonista, la situación financiera personal y la necesidad de conseguir fondos, invaden las tablas de esta obra. Es justo el momento de transformar dificultades en alicientes, trabas en impulsores. Guacimara de Elízaga, la protagonista, nos deja una interpretación creíble y profunda, con la que nos es muy sencillo identificarnos, comprender su problema y ponernos de su lado, como hace el actor dentro de la trama del corto, luego de muchos rodeos, poniendo el oficio que hace falta y levando todo a buen fin… Yo creo que, cuando vemos este tipo de cine de cortometrajes, al final muchas veces eso buscamos, una buena historia que termine bien, a ver si podemos vernos reflejados en ella… o al menos quedarnos pensando que pasó, o que pasará. Por que todos sabemos que tener muchas ganas no es suficiente.

Rodado especialmente para la VII Edición Festivalito, 2008, Palma de Mallorca. Mejor Cortometraje, Premio del Público y Mejor Actriz para Guacimara de Elízaga – Sección La Palma Rueda.

NOTA:

El Premio


Título original: The Prize / Año: 1963 / País: Estados Unidos / Duración: 134 min / Director: Mark Robson / Guión: Ernest Lehman sobre la novela de Irving Wallace / Fotografía: William H. Daniels / Música: Jerry Goldsmith / Reparto: Paul Newman, Edward G. Robinson, Elke Sommer, Diane Baker, Kevin McCarthy…/ Sinopsis: Durante la Guerra Fría, un escritor norteamericano, mujeriego y aficionado a la bebida, llega a Estocolmo para recibir el Premio Nobel de Literatura. Una vez allí, descubre por casualidad un complot para secuestrar a un eminente científico, también galardonado con el Nobel.

Atención: Este análisis contiene spoilers

En todos los ámbitos artísticos siempre hay personas con la capacidad de crear un estilo exclusivo que lo hace totalmente identificable. Esto le ocurría a Alfred Hitchcock, el genio del suspense. Su estilo es tan personal que otros directores lo único que pueden hacer es imitar ese estilo pero no superarlo. Esto ocurre con el filme El Premio, una película que parece filmada por Hitchcock, pero no es así.

En esta película se dan una serie de circunstancias y coincidencias que son bastante destacables sobre las personas implicadas en un proyecto centrado en una trama urdida en torno a la entrega de los Premios Nobel. El guionista de la película es Ernest Lehman, el hombre detrás de la historia que se narra en Con la muerte en los talones (1959), uno de los títulos claves de la filmografía de Hitchcock y con la que El Premio guarda algunas similitudes. Por otro lado se juntan en el proyecto dos personas que también habían trabajado anteriormente con Lehman: el director Mark Robson, célebre por títulos anteriores y posteriores a El Premio, como Terremoto (1974), una de las películas referentes del cine de catástrofes, y el actor Paul Newman, en el papel de Andrew Craig, escritor galardonado con el Nobel de Literatura. Los tres ya habían trabajado juntos en otro filme, Desde la terraza (1960), donde además Newman actuaba al lado de Joanne Woodward, su mujer en la vida real.

En el caso de El Premio, Robson decidió contar con otro rostro mítico de la pantalla, Edward G. Robinson interpretando a  Stratman, un científico alemán sobre el que gira la trama, en un doble papel con sorpresa incluida. Por otro lado, la cuota femenina del reparto la aportan, sobre todo, la rubia y hermosa  Elke Sommer ,como la encargada de cuidar del personaje de Newman. Sommer es  una actriz alemana que curiosamente había trabajado antes de esta película en España, concretamente en Bahía de Palma (Juan Bosch, 1962) al lado de Arturo Fernández . Por otro lado está Diane Baker, que trabajaría  después con Alfred Hitchcock en Marnie, la ladrona (1964) interpretando a la sobrina de Stratman.

El argumento de la película está claramente ambientado durante la Guerra Fría aunque la historia comienza con un letrero que pone: El Futuro, para no concretar temporalmente el momento exacto. Todo gira en torno al personaje de Paul Newman, que se involucra sin quererlo en la desarticulación de un complot en contra de un científico alemán emigrado a Estados Unidos al que le piden que vuelva a Alemania para luchar contra los americanos, precisamente. La confusión empieza cuando Craig se encuentra con Stratman y lo nota diferente, algo que se explica cuando se descubre que el verdadero Stratman está secuestrado y el que va a recibir el premio es un impostor. La averiguación de todo el complot está salpicada de momentos cómicos protagonizados por Newman, sobre todo en la escena en la que se mete en un congreso nudista y se ve obligado a desnudarse. Aquí se ve aún la censura de Hollywood, ya que seguramente, si este filme se hubiese rodado sólo cinco años más tarde, se habrían visto  otras partes del cuerpo de los asistentes y Paul Newman, o el actor que hubiese interpretado al personaje de Newman, no hubiera salido con toalla, como aquí aparece.

El Premio es una película que se beneficia de una mezcla perfecta entre suspense y humor, con un Paul Newman en el punto exacto para ser gracioso sin caer en absoluto en el ridículo. En este caso, su papel de escritor aficionado a la bebida y a las mujeres, quita seriedad a un acto tan correcto como son los Premios Nobel, algo que queda patente en una escena en la que los periodistas entrevistan a los galardonados y Paul Newman destapa con toda naturalidad que en ese momento de su vida  gana dinero escribiendo novelas policíacas bajo pseudónimo. Por otro lado, son impagables las escenas al lado de Elke Sommer, en un juego de seducción contínuo y situaciones con tensión sexual, ejemplificada magníficamente en una escena en la que los dos personajes se besan y la cámara enfoca a los pies de Newman que se están elevando y que se bajan cuando ella le recuerda que deben de irse a una recepción, metáfora clara de lo que el miembro viril estaría experimentando en esos dos momentos

Otro punto a favor del guión de la película son las historias protagonizadas por los otros personajes premiados, donde destaca un matrimonio que va a la entrega de premios con la “secretaria” de él y la esposa utiliza a Paul Newman para intentar darle celos a su marido. Luego, en este terreno de las historias secundarias merecen una mención especial los camareros del hotel donde se hospedan los premiados y que van dejando cestas de frutas a los mismos, dando lugar a conseguidas situaciones cómicas.

El Premio, en definitiva, se deja ver gratamente, aunque no sea de Alfred Hitchcock, gracias a una trama divertida e intrigante al mismo tiempo, un Paul Newman irónico y una hermosa Elke Sommer, lógico objeto de deseo de Newman en la película.

NOTA:


El gran dictador


Título original: The Great Dictator/ Año: 1940/ País: Estados Unidos/ Duración: 128 min/ Director: Charles Chaplin/ Guión: Charles Chaplin / Fotografía: Rollie Totheroh & Karl Struss (B&W) / Música: Charles Chaplin & Meredith Willson / Reparto: Charles Chaplin, Paulette Goddard, Jack Oakie, Reginald Gardiner, Henry Daniell, Carter De Haven, Grace Hayle, Maurice Moscovitch, Billy Gilbert …/ Sinopsis: Un humilde barbero judío tiene un parecido asombroso con el dictador de Tomania, un tirano que culpa a los judíos de la crítica situación que atraviesa el país. Un día, sus propios guardias lo confunden con el barbero y lo llevan a un campo de concentración. Al mismo tiempo, al pobre barbero lo confunden con el tirano.

Al cabo de 20 años, un barbero judío, que había perdido la memoria tras resultar herido durante la I Guerra Mundial, vuelve al ghetto en e que vivía y se ve inesperadamente atacado por los esbirros de Hynkel, el dictador que se ha apoderado del país y que ha incitado una campaña antisemita para distraer la atención del pueblo de sus problemas económicos. El barbero sólo encuentra afecto en Hannah, una pobre huérfana de la que se enamora, pero consigue salvarse gracias a la ayuda de uno de los hombres de Hynkel, antiguo compañero de guerra suyo. Entre tanto, Hynkel consigue el apoyo de otro dictador, Napaloni, para conquistar la hegemonía del mundo y prepara la ofensiva. Para disimular la proximidad del ataque, Hynkel sale a cazar patos y al sufrir un incidente, la policía lo toma por el barbero que se había evadido y lo detienen. A su vez, el barbero ocupa el puesto de Hynkel y pronuncia un discurso de fraternidad entre los hombres y esperanza en el mundo.

El significado histórico de «El gran dictador» es, sin duda alguna, superior al de cualquier otra película que exista, además de ser la primera película hablada del cineasta. Los hechos, el argumento, el bigote perfectamente recortado de Chaplin, los símbolos de esta tiranía, entre otros, hablan por sí mismos,encarnan, parodian y anticipan una de las época de barbarie de la historia contemporánea. En palabras de Truffaut: «La extraordinaria audiencia que Chaplin llegó a conquistar con su genio le dio una enorme responsabilidad. No es que se creyera investido de una misión; estaba realmente encargado de una misión y, en mi opinión pocos nombres públicos, políticos o ideólogos, cumplieron la suya con tanta eficacia. El gran dictador era evidentemente una película que e 1939 podía concernir a más espectadores en el mayor número de países, era realmente la película del momento, apenas la pesadilla anticipada de un mundo enloquecido». Así pues, en la escena final de la película, con justicia considerada como uno de los momentos culminantes de la historia del cine, Chaplin se desprende de su máscara y de su caracterización para mostrarse a sí mismo y hablar al mundo en primera persona como Charles Spencer Chaplin, en un discurso inolvidable que encarna los más nobles valores del humanismo de nuestro siglo: «Vosotros, el pueblo, tenéis el poder de hacer que esta vida sea libre y bella, de hacer esta vida una maravillosa aventura. Por tanto en nombre de la democracia empleemos ese poder, unámonos todos. Luchemos por un nuevo mundo,  por un mundo digno, que de a los hombres la posibilidad de trabajar, que de a la juventud un futuro y a los ancianos la seguridad». Aunque la película está llena de geniales secuencias cómicas, como la grotesca danza de Hynkel con el globo del mundo o el alado ballet del barbero en su lucha contra los esbirros del dictador, la demoledora parodia que hace Chaplin de Hitler y Mussolini, y su feroz crítica de todas las dictaduras, junto con el mensaje humanista del ya célebre discurso final, que causó sensación en la época, transcienden el nivel del simple espectáculo para convertir «El gran dictador» en uno de los más hermosos episodios de la lucha del hombre por la libertad.

Elephant


Título original: Elephant / Año: 2003 / País: Estados Unidos / Duración: 81 min / Director: Gus Van Sant / Guión: Gus Van Sant / Fotografía: Harris Savides / Música: Ludwig van Beethoven / Reparto: Alex Frost, Eric Deulen, John Robinson, John McFarland, Elias McConnell, Jordan Taylor, Carrie Finklea, Nicole George… / Sinopsis: Un día en la vida de un grupo de estudiantes adolescentes de la Escuela Secundaria. La película sigue a todos los personajes y muestra sus rutinas diarias. Sin embargo, dos de los estudiantes planean hacer algo que no se olvidará.

Después de ver Elephant (2003) de Gus Van Sant y antes de empezar a escribir sobre ella he rebuscado en algunos de mis blogs de referencia (creía que Babel le había dedicado una entrada, y Lapor la menciona al hilo del tema más general de la violencia extrema y su relación con el arte narrativo) porque sentía la necesidad de encontrar –en quienes pienso tengo tomada la medida– una baliza, un punto de apoyo para comenzar. Una Palma de Oro en Cannes y tanta cita al vuelo debían significar algo.

Para empezar, Elephant es una película hipnótica, condenadamente hipnótica. De entrada, los dos tercios iniciales del filme componen un larguísimo prolegómeno –hecho a base de planos-secuencia– de algo que en realidad la película no explica, sino que sólo existe en nuestra cabeza. La mayoría del tiempo la cámara se limita a seguir a unos cuantos alumnos en sus desplazamientos por el instituto: al principio despista porque no sabemos quiénes son ni qué hacen ni qué pretenden; tras unos minutos interminables tanto deambular amenaza con aburrir, pero al final despierta el interés cuando el espectador se da cuenta de que muchos de esos paseos empiezan, se entrecruzan o terminan con un suceso contemplado en una secuencia previa. Elephant se toma su tiempo para empezar a introducir significado en las imágenes, y el efecto inmediato de esta estrategia narrativa es una mezcla de fascinación y despiste que puede tomarse tanto como una genialidad como un derroche sin sentido de principiante. En segundo lugar, eso que únicamente está en nuestra cabeza: igual que Mercurio es un planeta difícil de ver en el firmamento porque está demasiado cerca de una fuente de luz cegadora, es imposible ver Elephant como lo que oficialmente pretende ser: una ficción cinematográfica cuyo parecido con la realidad es «puramente casual» (lo dice en los créditos, que para eso me quedé hasta el final). Y es que sin los sucesos de Columbine del 20 de abril de 1999 esta película no existiría. Van Sant lo sabe, el equipo técnico y el artístico lo saben, la crítica y el público lo saben, todos lo saben… pero no se dice por alguna extraña y/o rebuscada razón; igual que el elefante al que hace mención el título (la expresión inglesa elephant in the room se usa para designar problemas enormes que todos ignoran a propósito).

Elephant muestra en concatenación esos universos adolescentes en los que los mayores simplemente no existen (en la película, los únicos adultos que aparecen son los trabajadores del instituto y el padre de uno de los alumnos. Están ahí como si formaran parte del edificio, pero no aportan nada ni interesan a los estudiantes) y los jóvenes se pasan el rato deambulando por los pasillos del instituto. Se desplazan de un lado a otro, se encuentran con colegas y semidesconocidos, charlan de todo y de nada, siguen su camino… Semejante caracterización me parece una aproximación muy exacta de lo que pueda llegar a ser el universo para un adolescente (tienes razón Lapor, esos planos son casi una encarnación de la adolescencia): a determinadas edades o en determinadas circunstancias, llega un momento en que no hace falta ser un descerebrado ni un desequilibrado para tener una sesgadísima percepción de la realidad, habitar en un mundo mental tan cerrado donde sólo caben nuestros propios deseos y odios inexplicables. Esa mirada que no puede/quiere/sabe ver más allá es la que retrata la cámara durante los largos planos sostenidos de la primera parte: un universo que se limita a lo que abarca el instituto, espacios que únicamente tienen sentido para quienes los habitan cada día. De ahí a creer que más allá de esos muros no existe nada hay un paso.

La película no trata en ningún momento de justificar o explicar las acciones o los comportamientos que retrata, se limita a mostrar y a dejar que la fascinación de las imágenes supla la ausencia de informaciones (esto está milimétricamente diseñado y yo lo atribuyo enteramente al saber hacer de Van Sant), permitiendo que, poco a poco, de las recurrencias y las coincidencias surja un relato. El significado hace su aparición casi al final, cuando los acontecimientos alcanzan aquello que todos sabemos que sucederá. Sólo entonces la cámara y la narración abandonan el instituto para mostrar a los dos protagonistas en casa la víspera del día elegido: les vemos jugando con videojuegos (violentos, por supuesto), viendo un documental sobre Hitler, interpretando sentidamente a Beethoven al piano, duchándose juntos por la mañana… Todo junto componiendo la exposición indirecta de motivos más simplificadora, burda y penosa de todo el filme, como si esta sarta de tópicos bastara para explicar todo lo que vendrá a continuación. Después de este único desliz, Van Sant retoma la narración con maestría: el azar, la provocación, el destino fatal, dan sentido a los paseos y conversaciones ya vistos de cada uno de los personajes. Reacciones valientes, temerarias, patéticas, estúpidas, desesperadas…, todo adquiere sentido –trascendente o banal, tanto da; pero eso es bueno– una vez sabemos lo que les acaba sucediendo en aquella mañana fatídica. Al final las imágenes acaban componiendo un relato diseñado cuidadosamente, no con la claridad meridiana de la narración clásica, pero sí con la ventaja de un estilo más experimental capaz de enganchar al cuerpo y luego arrastrar a la mente. Yo pensaba que esta parte final quedaba explícitamente fuera de la película, lo que la haría más inquietante, y por eso tenía en mente otro título para esta entrada: «el día antes de la violencia».

Elephant me parece una película valiente porque se atreve a experimentar narrativamente con un suceso real que la sociedad estadounidense prácticamente acababa de digerir, igual de valiente que Diane Keaton, que aportó su dinero a un proyecto tan polémico sobre el papel, e igual de valiente que HBO, por demostrar una vez más que apuesta por formatos y temas no siempre cómodos para el espectador.

 

NOTA:

Enredados


Título original: Tangled / Año: 2010 / País: Estados Unidos / Duración: 100 min / Directores: Nathan Greno, Byron Howard / Guión: Dan Fogelman / Música: Alan Menken / Sinopsis: Tras recibir los poderes curativos de una flor mágica, el bebé Rapunzel es secuestrado en el palacio en medio de la noche por la bruja Gothel, quien conoce los poderes mágicos de las flores para mantenerse joven, y por eso mantiene oculta a Rapunzel en una torre. Un día aparece el bandido Flynn Ryder y Rapunzel llega a un acuerdo con él para que la lleve al lugar donde las luces flotantes que ella ve cada año en su cumpleaños. Rapunzel está a punto de emprender el viaje más emocionante y magnífico de su vida.

El trabajo que ha realizado hasta ahora John Lasseter para Disney es sencillamente admirable: tras iniciarse en la animación en la propia Disney, abandonó su trabajo para ir a trabajar en la Industrial Light & Magic, de la que acabaría escindiéndose Pixar. Su trabajo en estos estudios supusieron rápidamente una amenaza para la taquilla y la audiencia infantil que Disney parecía tener asegurada de por vida, así que en pocos años pasó a socio estratégico para, finalmente, regresar a sus orígenes y asumir el relevo/reto de un proyecto con evidentes síntomas de agotamiento. Una de las primeras decisiones de Lasseter como responsable de los estudios Disney fue reabrir la división de animación manual (que los gestores anteriores habían cerrado simplemente porque no ofrecía rentabilidad directa en taquilla) y producir Tiana y el sapo (2009), un nuevo clásico sobre princesas mucho más atractivo y cercano al siglo XXI. No dejen de leer, que todavía hay más: Lasseter está embarcado ahora mismo en la integración del universo Pixar con los personajes de la animación clásica de Disney, sintonizándolos con una generación de niños y niñas que no se conforman con adaptaciones de cuentos clásicos y exigen mucho más del cine que les llevan a ver.

Pues por lo visto no bastaba con semajante lavado de cara: ahora el proyecto pasa por reconducir los clásicos que auparon a la marca Disney a los más alto del género infantil. Enredados (2010) (adaptación del cuento Rapunzel de los hermanos Grimm) enlaza directamente con la tradición de versiones cinematográficas de argumentos literarios, pero esta vez convenientemente pasados por el colador chino de una mejora exponencial del ritmo narrativo y la actualización de personajes (a la cual no es ajena la aportación desmitificadora y humorística que supuso en su momento la saga Shrek).

Enredados no llega al nivel de sofisticación narrativa de Pixar precisamente porque su base argumental es literaria, pero eso no impide que el guionista Dan Fogelman le haya sabido dar la vuelta a la historia, a los protagonistas y a sus diferentes motivaciones, echando mano de algunos viejos conocidos (el caballo Maximus está claramente inspirado en Buck, el divertido jamelgo karateka de Zafarrancho en el rancho (2004), el último estreno en animación no digital de la Disney prelasseter) y reciclando a otros (especialmente al «príncipe»). No falta la consabida enseñanza sobre la vida y el amor, pero tampoco faltan las (hoy) necesarias dosis de tensión, humor, números musicales (esta vez a cargo de Alan Menken) y un final realmente a la altura de lo visto.

Me alegra y me tranquiliza que el proyecto original de Disney siga vivo y haya encontrado en Lasseter un dignísimo sucesor; un cineasta capaz de asumir unas bases literarias (que considero deben seguir estando ahí) y saber combinarlas con lo mejor de la animación «pixarizada». Espero que nuevos títulos confirmen el amplio territorio que se abre para estos Nuevos Clásicos Disney.

NOTA:

El cielo sobre Berlín


Título original: Der Himmel über Berlin / Año: 1987 / País: Alemania / Duración: 128 min / Director: Wim Wnders / Guión: Peter Handke, Wim Wenders/ Fotografía: Henri Anelkan / Música: Jürgen Knierpe / Reparto: Bruno Ganz,  Solveig Dommartin, Otto Sander, Peter Falk, Curt Bois / Sinopsis En el Berlín dividido de los últimos días de la Guerra Fría, dos ángeles observan los pensamientos, sueños y frustraciones de los humanos.  Uno de ellos, sin embargo, anhela el sentimiento de los humanos, sobre todo tras quedar fascinado por una acróbata de circo. Al mismo tiempo, el actor Peter Falk llega a la ciudad para rodar una película  de detectives ambientada en la Segunda Guerra Mundial
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«I’m a friend, compañero»

(Soy un amigo, compañero)

 

Wim Wenders es un director inspirador, si  es que se pide una palabra para calificarlo. Sus historias a menudo hablan de los personajes dejados de lado por la gran narrativa y a los que devuelve la dignidad y, sobre todo, la humanidad.  Los ángeles protagonistas de esta película son así. Desde el comienzo de los tiempos han sido apostados en un sitio con la única misión de ser testigos del hombre. Inspirarles acaso, pero no intervenir en sus acciones. Son invisibles para todos, excepto para los niños, los animales y los ciegos.

El cielo sobre Berlín es un filme hecho con amor pero con la delicadeza necesaria para no llegar al sentimentalismo simple.  Es una película sobre las divisiones. No las políticas, sino las internas. La división entre los deseos y la realidad.  Los ciudadanos y visitantes de la ciudad viven esta división.  Al poder escuchar sus pensamientos a través de los ángeles, vemos esta discordancia.

La división se vuelve material con la partición entre el mundo terrenal y el mundo espiritual.  El mundo de los ángeles se representa en blanco y el de los hombres en un color vivo.  Los dos mundos, sin embargo, son más parecido de lo que parece: en los dos existe el anhelo.  Pero también hay una diferencia: en el de los humanos los anhelos se pueden cumplir.

 

 

Bruno Ganz

 

Los dos ángeles tienen emociones a su manera. Adoran los lugares donde hay paz y espíritu humano, como las bibliotecas y sufren y se alegran junto con los humanos. No son criaturas frías; son seres con sentimientos pero condenados a ser espectadores y no actores de la vida. Incluso son vulnerables al amor, como le sucede al ángel Damiel (Bruno Ganz) cuando observa a una trapecista francesa y queda prendado de ella. Porque, ¿no son los acróbatas parecidos a los ángeles?

Acróbata

Las condiciones de rodaje fueron difíciles debido al momento histórico  y a las dificultades de rodar en ciertas zonas. Por ejemplo: la tierra de nadie entre los dos Berlines tuvo que ser reconstruida a parte.  Toda la realización de la  película, no obstante, fue compleja y  muy improvisada, sin un guion definitivo, por lo que sorprende el trabajo de edición.  La fotografía corrió a cargo de  Henri Hakelan, un  habitual colaborador de Jean Cocteau que con 77 años accedió a colaborar con Wenders en esta película. Un buen acierto del directo, ya que el aspecto de película clásica está muy lograda en ciertas partes y, a pesar del entorno, llega la sensación de atemporalidad que pretender plasmar.

Hakelan no es el único veterano del cine con quien Wim Wenders quiso contar.  Solicitó también al  actor veterano Curt Bois, con 86 años entonces, que participase en el film para darnos a un personaje especial.  Un anciano sin nombre, identificado en los créditos como “Homero”,  que sueña con hacer una épica de la paz tal como las hay de la guerra.  El Berlín de Wenders aún no se ha despertado de la guerra. La hoy exuberante Postdamer Platz es un erial en el que el anciano no puede reconocer la ciudad de su juventud.

Y por supuesto, recurre a Peter Falk

Peter Falk

Peter Falk  siempre  encanta. Para el espectador no familiarizado con los actores alemanes, Falk es la referencia, la cara conocida que colorea el blanco y negro. Wenders lo sabe y por eso hace que en varias ocasiones los demás personajes se dirija a él llamándolo “Teniente Colombo”, como su personaje de televisión. Wenders también es consciente de que los espectadores lo identifican con el padre o el abuelo (como en La princesa prometida) o simplemente el amigo, que les gustaría tener. Es afable e imperfecto; cálido y capaz de convertir sus defectos en atractivos. Por eso va a tener un papel muy esencial en la película.

Wenders cuida siempre del sonido de sus películas, como muestra su colaboración frecuente con músicos como Ry Cooder. En El cielo sobre Berlín, los personajes piensan en su idioma –alemán, francés, inglés, japonés, turco- y la película cambia de lengua constantemente (hay que verla en VOS para poder disfrutarla del todo).  Usa susurros, canciones infantiles, poemas. Los sonidos, como los colores, son instrumentos de la narración.  La música rompe las expectativas: de forma inesperada para el tono que se espera  de la película, las actuaciones del  músico Nick Cave (que hace un cameo) , con sus recitales cercanos al punk, tienen gran importancia en la historia.

En el DVD editado descubrimos un tono con mucho más humor y  un final mucho más cerrado y optimista hasta llegar a la comedia  chaplinesca. ¿Sería mejor? Quizás el final más ambiguo le convenga más, pero han quedado fuera algunas imágenes deliciosas de Otto Sander  haciendo el tonto con su poder de invisibilidad que no hubieran hecho perder poesía.

Años después se hizo una secuela , Tan lejos, tan cerca,  con interesantes cameos, pero sin tanta capacidad emotiva. También fue la inspiración para Ciudad de Ángeles, un drama amoroso con Meg Ryan y Nicholas Cage, de 1998.

Lo mejor:

  • Logra exprimir todos los recursos para conseguir la belleza en el cine.
  • El uso del del sonido y el silencio.
  • La dirección de actores es excelente.
  • Una película profunda y llena de significado.
  • La verdad sobre Peter Falk.

Lo peor:

  • Aunque no es demasiado larga ni lenta, su quietud, el blanco y negro y los monólogos continuos  precisan de una buena disposición previa.